
Este oso polar murió de hambre en Svalvard, Noruega.
Con el deshielo del Ártico provocado por el calentamiento global, el oso polar ve reducido cada vez más su hábitat y su fuente de alimentos.
Las largas distancias que el ‘Ursus Maritimus’ necesita nadar para llegar a tierra firme, hasta hacerse 400 kilómetros en unos 10 días, reduce su masa corporal en extremo y los agota. Los más débiles y las crías fallecen.
Además la contaminación agrava todavía más su situación, pues están sometidos a pesticidas. Sus presas contienen un alto nivel de toxinas y metales. Todo este cóctel aumenta el riesgo de abortos involuntarios en las hembras.
Y por si el calentamiento global y la contaminación no fuera suficiente para colocar a este mamífero en la lista de animales en peligro de extinción gracias a la mano del hombre, los pocos que sobreviven son víctimas de la caza furtiva y de la explotación petrolera.
Con este panorama tan desolador, en el que los pronósticos apuntan a una posible reducción de la población del oso polar de un 66 por ciento en 50 años, sólo nos queda preguntarnos si este mamífero desaparecerá en menos de 100 años.