
Llegamos a finales del año y tampoco hemos conseguido ser más cívicos o respetuosos con el medio ambiente.
Estas Navidades, las protectoras no dan abasto con los casos de abandonos de mascotas. Duplican su capacidad. La gente en general sigue creyendo que un perro es lo mismo que regalar unos zapatos y que el animal ni siente, ni padece. Los compran por estar de moda e impulsan la explotación de la cría, porque una vez más tener una raza determinada es una forma de mostrar el estatus social de una persona, lamentablemente.

Las campañas divulgativas sobre “no regales un animal” caen en saco roto en estas fechas. En la mayoría de los casos, se considera al cachorro como si se tratara de un juguete mecánico….hasta que el animal pide de comer, agua fresca, cariño, calle y tiene que hacer sus necesidades en algún sitio. Es entonces cuando los nuevos dueños se quejan de que el cachorro es un animal “sucio” y que va a ir a la calle, cuando el sucio e irresponsable es la persona que en principio lo adquirió como regalo o como juguete.

Sin embargo, la suciedad no viene sólo en estas fechas por el nuevo inquilino, también por la cantidad de basura que generamos y para eso sólo hay echar un vistazo a las calles. Los turistas que vienen a Madrid hacen fotos de la suciedad esparcida en la calle como si se tratara de un elemento intrínseco de nuestras ciudades españolas: esos envoltorios tirados, esas botellas rotas en los parques, esa ropa que se desecha en la contenedor del plástico y esas heces de perro que los dueños miran hacia otro sitio para evitar recoger.
En estas fechas, la sociedad española se distancia aún más de otros países más civilizados no sólo por el trato animal, sino porque el orden y reciclar parece que es siempre responsabilidad de otro. ¿Cuándo maduraremos?
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