Con el rey de España pegando tiros a los elefantes y con su nieto siguiéndole los pasos, me pregunto qué tipo de valores aprenden para ser el ejemplo de una sociedad que tanto nos gusta llamar desarrollada.
Con estos incidentes producidos en la última semana, quiero dejar mi opinión sobre esta práctica. La caza para buscar alimento no la discuto pues la evolución nos ha determinado, pero torturar y estresar a un animal hasta darle muerte por pura diversión me provoca una gran tristeza.

Tras varios safaris en Sudáfrica y pasar algunas temporadas observando a los grandes mamíferos, tengo especial debilidad por el rinoceronte y por el elefante.

- El rinoceronte porque el hombre (blanco, negro o amarillo) lo exterminará en los próximos años por puro negocio con Asia.
- Y el elefante le admiro por su inteligencia y su sensibilidad. Ver como las crías de los elefantes de unos 5 años juegan y chapotean en el agua como un grupo de niños a la hora del recreo es una auténtica delicia. Las madres y el resto de la manada se mantienen cerca para proteger a sus pequeños de cualquier peligro.
Entiendo que un elefante necesita unos 150 kilos de forraje al día para subsistir y que en cierto lugares cuando el número es alto puede arrasar árboles que son el hogar de otros animales. Sin embargo, la solución puede estar en el traslado o anticoncepción, no en que unos “machitos” se distraigan con el sufrimiento de otros seres pegándoles tiros. ¿Por qué nosotros tenemos que decidir quién debe morir si una zona está demasiado poblada? ¿No es el hombre el ser que más huella está dejando en este planeta?

Sobre la parte económica de que el rey Juan Carlos se gasta unos 50.000 euros en matar una paquidermo en Botsuana con el dinero de los contribuyentes, mientras el pueblo al que representa tiene la tasa de paro más alta de la Unión Europea, no tiene nombre.
«Lo siento, no volverá a ocurrir»… Es la frase que hace que me pregunte… Para qué sirve la Monarquía? y la República? De verdad es necesario mantener esta entidad?
Teniendo en cuenta el grado de infantilismo que demuestra toda la familia hace que cuestione sinceramente su utilidad para los españoles en general (no a unos pocos).
Por otro lado, «dios les castiga», su propio nieto ha sido víctima cual indefenso elefante, sin consecuencias ni responsabilidades que se asuman por parte de nadie.